Ana Cristina Inés Villar. Abogada. Secretaria de la Sección de Defensa de los Derechos de los Animales del Real e Ilustre Colegio de Abogados de Zaragoza.
La caza, ha existido desde siempre, desde momentos inmemoriales e históricos, de los que nos han transmitido su necesidad, especialmente para el humano que la ejercía por propia necesidad para su vestido, y protección, En la antigüedad, caza sirvió para alimentar y vestir a la gente ha sido una parte de la raza humana para la mayor parte de la historia. Ese tipo de caza, por necesidad, siempre ha sido aceptada y asumida, porque se justificaba por la cobertura de las necesidades del Hombre.
No obstante, y conforme han evolucionado los tiempos, la caza por necesidad, se ha convertido mayoritariamente en la caza por “diversión”, calificada como deporte, hecho que, junto a otros hechos habituales contra la Naturaleza y sus habitantes desde siempre, implican una agresión continuada a lo que llamamos actualmente, ecosistema, con las terribles consecuencias de las que nos informan para nuestro planeta, hundido en las acciones incontroladas contra el mismo, en base a intereses de todo tipo, sin pensar en las consecuencias.
En el presente artículo, vamos a analizar el conflictivo tema de la caza, que por un lado, tiene muchísimos adeptos, pero que, en este momento, fruto de una evolución y civilización adecuada de nuestra condición, como habitantes del planeta, cada vez son más personas, las que ven en la caza, una amenaza para nuestras especies, y sus consecuencias negativas en el ecosistema y equilibrio del planeta, a mas a mas, cuando la práctica se ha ejercido ampliamente, como pura y dura diversión, exigiendo, en la actualidad a los Gobiernos Autonómicos y al propio Gobierno Central, medidas restrictivas y protectoras del hábitat y de la biodiversidad del mismo.
La parte adepta de la caza, justifica la existencia de la misma, por su necesidad, dirigida a creer que gracias a la caza, se mantiene el citado equilibrio del ecosistema, de control cinegético en la sobrepoblación de las especies.
De esta forma, muchos de los defensores de la caza, ahora considerada un deporte, la estiman necesaria, e incluso esencial, para la conservación y gestión medioambiental. ya que, garantizaría que la actividad cinegética, pudiera desarrollarse en los casos en que resulta fundamental, bajo estricta justificación técnica, para el control de poblaciones que están provocando daños a cultivos y explotaciones ganaderas o que suponen un peligro para la seguridad ciudadana.
Algunas Comunidades Autónomas, permiten la caza, bajo la justificación de esta actividad como control poblacional de especies, centrándose en los Jabalíes, los ciervos y los conejos, siempre justificada la práctica ante el daño que, afirman, que estas especies están causando en cultivos
Discrepando de todas estas argumentaciones en favor del deporte de la caza, es decir, en favor de una actividad lúdica que genera importantes intereses económicos, es cierto que ningún argumento profundiza sobre el impacto que este deporte genera en nuestro medioambiente, lo silencian, y porqué, porque no les interesa informar sobre la verdadera repercusión de las consecuencias,
Por ello, es importante tener en cuenta el verdadero impacto medioambiental si la caza se desarrolla sin ningún tipo de control o restricción impuesta a los cazadores, que pueden, incluso, llegar a vulnerar el argumento para ellos valido de control cinegético de las especies, entendiendo que, a estos efectos, es necesario practicar la caza siempre con medidas restrictivas para su propio control.
En España, la caza, lejos de ser una actividad que contribuya al equilibrio natural, es el factor que genera muchos de los problemas que luego, el sector cinegético, se ofrece a solucionar, sin éxito en ningún caso. S valora documentadamente el profundo y negativo impacto que la misma, crea en el equilibrio natural, la biodiversidad, el bienestar animal y el desarrollo rural.
La caza en el Estado español afecta al 80 % del territorio y se debate entre dos modelos de gestión: uno de perfil más popular, de cotos de carácter social, y otro de carácter comercial, destinado a la explotación turística nacional e internacional.
En cuanto al cumplimiento de la legislación, el mundo de la caza se mantiene en permanente rebeldía con las directivas europeas y las leyes nacionales y autonómicas.
De inicio hay que constatar que, es manifiestamente refractario a dejar de lado, ningún tipo de práctica cinegética por perniciosa que ésta sea.
Se han listado más de una veintena de modalidades de caza contrarias a la normativa. Entre ellas, están los ejemplos del parany o trampa para pájaros usando zorzales con tinta adhesiva, del silvestrismo, de las tiradas de pichón, de codorniz, de faisán o de acuáticas, del uso de plomo, de la caza de especies exóticas e invasoras, del control de predadores, de la caza de perdiz con reclamo, de la media veda de la tórtola, de la caza en los parques nacionales o en otros espacios protegidos, de la caza del lobo o de la caza fuera de temporada.
En cuanto a la gestión y a esa imagen que el lobby cinegético quiere proyectar la caza de favorecer el equilibrio ecológico, queda patente –y lo suscriben numerosos estudios científicos e incluso alguna sentencia del Tribunal Supremo– que, lejos de contribuir a ello, lo que hace la caza es exactamente a lo contrario, con el agravante, además, de que en muchos casos los cazadores se ofrecen a solucionar, con nulo éxito, los problemas que ellos mismos crean.
De esta forma, están fomentando el incremento de las poblaciones de jabalí y de ciervo a través de sueltas y la instalación de comederos. Todo ello ha contribuido a la entrada de especies invasoras que son ajenas a nuestros ecosistemas, como el arruí o el muflón. Mediante sueltas descontroladas han contribuido y contribuyen a la contaminación genética de especies como la perdiz roja.
También generan fuertes desequilibrios, favoreciendo el incremento de depredadores oportunistas, mediante las sueltas masivas de especies de caza menor.
Cuando se pone la caza al servicio del llamado control de poblaciones, sea en la circunstancia que sea, fracasa estrepitosamente.
Así ha ocurrido y ocurre con el jabalí en toda la península, con el ciervo en los parques nacionales y otros espacios naturales, con el arruí en las zonas donde está introducido y con el conejo en los lugares donde produce daño en los cultivos.
Por otra parte, la práctica cinegética perjudica cada día más al resto de actividades de aprovechamiento, ocio y turismo que se desarrollan en el medio natural. Molesta y pone en peligro a las personas y genera obstáculos legales o físicos para limitar su desarrollo. Y eso ocurre cuando ya está demostrado, a través de un reciente estudio elaborado en una de las comunidades autónomas de mayor actividad cinegética como es Andalucía, que las actividades de autoconsumo ambiental, uso recreativo y conservación de la biodiversidad amenazada son más rentables que la caza en términos económicos.
En España, como es bien conocido, que la transferencia competencial sobre la gestión de caza, corresponde a las distintas autonomías, configurando un marco legal muy diverso y algo disperso que dificulta su asimilación y el ejercicio de esta entre cazadores procedentes de otras comunidades distintas a las de su domicilio.
Recientemente, con fecha 5 de diciembre se ha dado un paso importante en relación con la Ley 30/2014, como resolución legal, de carácter estatal que pretende sentar bases de control sobre el impacto medioambiental de la caza, en base a lo dispuesto en la mencionada Ley, vetando a la caza en los PARQUES NACIONALES, prohibiendo expresamente en los mismos, la pesca deportiva, la pesca recreativa y la caza, tanto deportiva como comercial, aunque, como consecuencia, se han tenido que proveer de Indemnizaciones públicas para los propietarios de cotos en las Zonas afectadas..
Finalmente, la caza contribuye a la pérdida de biodiversidad de especies. La mayoría de las extinciones modernas de especies se han generado por una pérdida o degradación del hábitat (deforestación, contaminación, cambio climático) o la depredación por especies invasoras. Cada día más de 150 especies desaparecen; cada año entre 18 000 y 55 000 especies se extinguen. A este ritmo, entre un 25 % y un 40 % de las especies que habitan en el continente africano pueden perderse para el año 2085, según el secretario de la Convención para la Biodiversidad de la ONU. La pérdida de la biodiversidad, hace daño al propio humano.
El hombre siempre ha tenido un punto de vista antropocéntrico en su relación con el entorno. Por ello, la actividad humana ha asegurado la supervivencia de algunas especies elegidas para nuestro beneficio, desde animales domésticos hasta distintos tipos de plantas, y por supuesto otras especies que proliferan a la sombra del desarrollo humano: ratas, insectos, etc. No obstante, es importante señalar que muchas de las especies condenadas a la extinción pueden ser útiles para el hombre, no olvidemos que un 25 % de los fármacos contienen derivados de plantas silvestres y que las selvas son una gigantesca y asombrosa farmacia aún sin descubrir por la humanidad.
Por todo ello, es necesario valorar los factores que, como la caza inciden de forma negativa en el equilibrio ambiental y en la riqueza de biodiversidad de especies, que a su vez, repercuten en el bienestar del propio ser humano.
Coincido con los argumentos que se exponen desde agrupaciones ecologistas, en cuanto a que la caza, por los argumentos indicados, debe ser progresivamente reducida en cuanto a su actividad, y con estrictas restricciones en cuanto a la práctica, con medidas de control, y unidad legislativa entre las medidas adoptadas por las distintas Comunidades Autónomas, y una normativa estatal básica o con efectos de acuerdo marco que garantice la aplicación de la normativa, la garantía de la gestión de la caza, la biodiversidad de las especies, y definitivamente, la inseguridad jurídica, utilizada para posible extralimitación de las normas.
Fuentes:
- Estudio de la caza y su relación con los ecosistemas.
- Impacto medioambiental, el planeta herido.
- La caza impacta contra el equilibrio natural y economía rural
«Las futuras generaciones no nos perdonarán por haber malgastado su última oportunidad, y su última oportunidad es hoy.»
COSTEAU, Jacques Yves (1910-1997), Conferencia sobre Medio Ambiente y Desarrollo. Naciones Unidas, 1992.